Hoy os traemos una extremadamente interesante presentación por Ben Powell sobre las condiciones de trabajo y salarios en los sweatshops en la que analiza con datos empíricos las condiciones de trabajo y los salarios de estás fábricas y las fuerzas económicas que determinan estas variables.
Ya sabéis que un sweatshop es la palabra anglosajona para describir aquellas factorías localizadas en el Tercer Mundo en las que multinacionales emplean a locales en condiciones de trabajo paupérrimas. Si estás leyendo esto desde un ordenador es más que posible que pienses que nunca aceptarías un trabajo en esas condiciones.
Los trabajadores de un sweatshop tienen extremadamente bajos salarios y generalmente muy malas condiciones de trabajo. El hecho de que vivas en el Primer Mundo es la razón por la que no aceptarías un trabajo en un sweatshop, pues las alternativas que tu entorno inmediato te ofrece son mucho mejores...
Sin embargo, economistas de todo el espectro político han concluido que las alternativas para los trabajadores de un sweatshop son mucho peores, que deberíamos de llorar más por los trabajadores que no pueden trabajar en un sweatshop que por los que están trabajando en uno. A modo de ejemplo, podéis leer este breve artículo de Paul Krugman: En alabanza del trabajo barato.
En su presentación Ben Powell presenta algunos datos de su investigación. Entre ellos resulta muy visual esta gráfica en la que se representa el salario típico de un trabajador de la industria textil como % del salario medio del país correspondiente:
Como podéis ver, trabajar en la industria textil (el principal objetivo de los activistas en contra de los sweatshops), es netamente mejor para cualquier trabajador de estos países. En algunos casos pueden llegar a ganar hasta 7 veces el salario medio nacional.
Ben Powell también presenta la misma gráfica con los salarios de sweatshops concretos denunciados por la prensa y por asociaciones de EEUU, las conclusiones son similares:
El salario de un empleado viene determinado por su productividad. Si un empleado produce $3 a la hora para la empresa, esa será la cantidad que la empresa estará dispuesta a pagar como máximo al trabajador (un límite superior). El límite inferior viene determinado por la mejor alternativa posible del trabajador, pues para convencer al empleado de trabajar para la empresa, esta debe ofrecerle mejores condiciones que las que puede obtener en otro lado.
Es por esto que políticas destinadas a elevar el salario de los trabajadores sin elevar su productividad (el límite superior) llevan en muchos casos al despido del trabajador... un flaco favor a los trabajadores poco cualificados. Ya vimos un ejemplo de esto hace meses con el caso del Salario Mínimo en Samoa Americana.
Ejemplos de estas nocivas políticas, propuestas por sindicatos y asociaciones no se sabe si fruto de la ignorancia o de un egoísmo carente de toda humanidad, son: prohibir la importación de bienes producidos en sweatshops, o incluso en países concretos, la imposición de aranceles sobre determinadas importaciones, la elevación de los salarios mínimos o la mejora de las condiciones laborales por Ley.
Todas estas imposiciones no elevan la productividad del trabajador, con lo que suelen acabar perjudicando precisamente a aquellos a los que decían pretendían ayudar... Sin embargo, pueden ayudar a muchos trabajadores del Primer Mundo, que ya no tendrían que competir con los trabajadores del Tercer Mundo...
Generalmente los sindicatos defienden estas políticas con ideas del tipo: "Las empresas tienen derecho a no a estar sujetas a la competición de compañías que emplean trabajadores en condiciones poco dignas". Quizás una forma más honesta de enunciar esto mismo sería: "Nuestros trabajadores tienen derecho a no tener que competir con trabajadores pobres del Tercer Mundo, pues así podrán mejorar su bienestar a costa de los trabajadores de los países en desarrollo".
En resumen, no solo son los sweatshops la mejor alternativa para estos trabajadores, sino que además son parte esencial del proceso de desarrollo que acaba mejorando los niveles de vida. Un proceso que en Europa llevó 150 años, pero que sin embargo en Japón o Corea del Sur solo llevó 30 años...
Lo que el Tercer Mundo necesita son más sweatshops... no menos...
Aquí os dejo la presentación de Benjamin Powell, en la que habla de todo esto y mucho más, altamente recomendable de verdad.
Casi al final habla de posibles ideas para mejorar las condiciones de estos trabajadores gracias a una elevación de su productividad, como por ejemplo la creación de las Nike Air Sweatshop, en vez de las Nike Air Jordan, hehe, una idea brillante!
Ya sabéis que un sweatshop es la palabra anglosajona para describir aquellas factorías localizadas en el Tercer Mundo en las que multinacionales emplean a locales en condiciones de trabajo paupérrimas. Si estás leyendo esto desde un ordenador es más que posible que pienses que nunca aceptarías un trabajo en esas condiciones.
Los trabajadores de un sweatshop tienen extremadamente bajos salarios y generalmente muy malas condiciones de trabajo. El hecho de que vivas en el Primer Mundo es la razón por la que no aceptarías un trabajo en un sweatshop, pues las alternativas que tu entorno inmediato te ofrece son mucho mejores...
Sin embargo, economistas de todo el espectro político han concluido que las alternativas para los trabajadores de un sweatshop son mucho peores, que deberíamos de llorar más por los trabajadores que no pueden trabajar en un sweatshop que por los que están trabajando en uno. A modo de ejemplo, podéis leer este breve artículo de Paul Krugman: En alabanza del trabajo barato.
En su presentación Ben Powell presenta algunos datos de su investigación. Entre ellos resulta muy visual esta gráfica en la que se representa el salario típico de un trabajador de la industria textil como % del salario medio del país correspondiente:
Como podéis ver, trabajar en la industria textil (el principal objetivo de los activistas en contra de los sweatshops), es netamente mejor para cualquier trabajador de estos países. En algunos casos pueden llegar a ganar hasta 7 veces el salario medio nacional.
Ben Powell también presenta la misma gráfica con los salarios de sweatshops concretos denunciados por la prensa y por asociaciones de EEUU, las conclusiones son similares:
El salario de un empleado viene determinado por su productividad. Si un empleado produce $3 a la hora para la empresa, esa será la cantidad que la empresa estará dispuesta a pagar como máximo al trabajador (un límite superior). El límite inferior viene determinado por la mejor alternativa posible del trabajador, pues para convencer al empleado de trabajar para la empresa, esta debe ofrecerle mejores condiciones que las que puede obtener en otro lado.
Es por esto que políticas destinadas a elevar el salario de los trabajadores sin elevar su productividad (el límite superior) llevan en muchos casos al despido del trabajador... un flaco favor a los trabajadores poco cualificados. Ya vimos un ejemplo de esto hace meses con el caso del Salario Mínimo en Samoa Americana.
Ejemplos de estas nocivas políticas, propuestas por sindicatos y asociaciones no se sabe si fruto de la ignorancia o de un egoísmo carente de toda humanidad, son: prohibir la importación de bienes producidos en sweatshops, o incluso en países concretos, la imposición de aranceles sobre determinadas importaciones, la elevación de los salarios mínimos o la mejora de las condiciones laborales por Ley.
Todas estas imposiciones no elevan la productividad del trabajador, con lo que suelen acabar perjudicando precisamente a aquellos a los que decían pretendían ayudar... Sin embargo, pueden ayudar a muchos trabajadores del Primer Mundo, que ya no tendrían que competir con los trabajadores del Tercer Mundo...
Generalmente los sindicatos defienden estas políticas con ideas del tipo: "Las empresas tienen derecho a no a estar sujetas a la competición de compañías que emplean trabajadores en condiciones poco dignas". Quizás una forma más honesta de enunciar esto mismo sería: "Nuestros trabajadores tienen derecho a no tener que competir con trabajadores pobres del Tercer Mundo, pues así podrán mejorar su bienestar a costa de los trabajadores de los países en desarrollo".
En resumen, no solo son los sweatshops la mejor alternativa para estos trabajadores, sino que además son parte esencial del proceso de desarrollo que acaba mejorando los niveles de vida. Un proceso que en Europa llevó 150 años, pero que sin embargo en Japón o Corea del Sur solo llevó 30 años...
Lo que el Tercer Mundo necesita son más sweatshops... no menos...
Aquí os dejo la presentación de Benjamin Powell, en la que habla de todo esto y mucho más, altamente recomendable de verdad.
Casi al final habla de posibles ideas para mejorar las condiciones de estos trabajadores gracias a una elevación de su productividad, como por ejemplo la creación de las Nike Air Sweatshop, en vez de las Nike Air Jordan, hehe, una idea brillante!