La temporada 2008 - 09 fue la mejor de la historia del FC Barcelona. Una combinación de la mejor generación de jugadores provenientes de la cantera azulgrana, junto con un sistema de juego diseñado con maestría por Guardiola, conseguía obtener sinergias, optimizando el rendimiento de todos, y haciendo destacar a jugadores sí fichados como Touré o Henry, lanzando al equipo hasta la consecución del Triplete. En ese momento, Laporta sucumbió a la voz de la providencia que llevaba tiempo escuchando, y que progresivamente, se había ido haciendo más insoportablemente atronadora. Se le despejaron todas las dudas. Habiendo conseguido con su inefable talento el mayor éxito de la historia del Barcelona, era el momento de la Patria, a la que la democracia le había impedido servir años atrás. Laporta, aún a costa de menospreciar a una mayoritaria parte de la afición, contraria a politizaciones nacionalistas, tuvo el dudoso mérito de crear el siguiente binomio: Barsa = Nación Catalana.
Envalentonado y asustado a la vez por la vuelta de Florentino Pérez a la presidencia del Real Madrid, Laporta no dudó en menospreciar la estrategia deportiva del rival, mientras no paraba de hacer apología de la supuestamente suya. Tachaba al Real Madrid de club "prepotente e imperialista" por fichar grandes jugadores por grandes sumas de dinero, mientras que aseguraba que el modelo correcto era el de recurrir a jugadores de la cantera, como Messi, Xavi, Valdés, Puyol o Iniesta. Todos ellos, repetimos, incorporados a la cantera blaugrana antes de que Laporta llegara al club.
Semanas después de hacer estas declaraciones, Laporta, haciendo un nuevo alarde de actitud consecuente, fichaba a Ibrahimovic por una suma de más de 70 millones de euros y al defensa Chigrinsky, por 25 millones.
Este es Joan Laporta, el hombre. Un abogado gris que no destacó en su profesión, ni en un primer asalto a la política. Fracasó dos veces en elecciones a la presidencia del Barcelona, y, cuando llegó, fue con el embuste de Beckham.
Un hombre al que su mano derecha, Rossel, le abandonó haciendo declaraciones muy duras sobre él. Un hombre que sufrió la dimisión de 13 directivos pertenecientes a dos juntas distintas, denunciando su despotismo y su afección al poder. Un hombre al que un juez tuvo que obligar a convocar elecciones, y al que se le planteó una moción de censura que estuvo muy cerca de prosperar. Un hombre que espió a directivos, temeroso de que alguno pudiera rivalizar con él en las urnas. Un hombre que, valiéndose de méritos ajenos en la anterior gestión deportiva de la plantilla, se autoconsidera un iluminado, un guía que, habiendo conseguido la victoria del ejército desarmado de Cataluña, está dispuesto a hacer lo propio con el armado.
Durante su mandato, el Barcelona no ha escalado ninguna posición relativa en el Ránking de ingresos de Clubes, pese a contar con dos de las mejores plantillas de la Historia del Club, que le han permitido ganar dos Copas de Europa. No ha creado ninguna nueva infraestructura ni ninguna nueva línea de Mercadotecnia, más allá de coser la bandera catalana en el reverso de la camiseta. Las novedades estratégicas incorporadas durante su mandato, como las giras veraniegas y la renegociación de los derechos televisivos, tienen la autoría intelectual en el rival al que tanto odia, por motivos más ideológicos que deportivos.
Incluso uno de lo méritos que con más ahínco se le achacaban, el de combatir la violencia en las gradas de los Boixos Nois, ha quedado oscurecido con las recientes declaraciones de su anterior escolta, quien ha asegurado en prensa que "en realidad pactaron con ellos.
En definitiva, un hombre mediocre, ajeno al éxito hasta fechas recientes, al que repasando su biografía, cuesta encontrarle méritos o talentos propios, mientras que sobran sus miserias personales. Un supuesto héroe por accidente, elevado a los altares por una burbuja creada por un puñado de jugadores de enorme talento, ajenos en su inmensa mayoría a sus gestiones. Alguien a quien el caprichoso azar le ha otorgado una buena racha. Veremos qué ocurre cuando ésta se acabe, y haya que vivir del trabajo propio. Por que lejos de haber sembrado nuevas semillas que edifiquen el Barsa de mañana, Laporta se ha limitado a sembrar vientos, que pueden convertirse en tempestades.
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